sábado, 11 de diciembre de 2021

Omnisciencia y libre albedrío: apuntes a las objeciones y respuesta a Agustín Echevarría

 



Actualizado por última vez el 22/4/2022
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1. Introducción 

Dentro de las religiones abrahámicas, la postura que se sostiene con respecto a la omnisciencia divina es clara: Dios, como ser supremo y perfectísimo, posee un conocimiento total y completo sobre todo en cuanto existe. Él conoce el pasado, el presente y el futuro de absolutamente todas las cosas del universo. Por otro lado, tanto el cristianismo, así como el islam y el judaísmo -las tres principales religiones de origen abrahámico- sostienen la existencia de libre albedrío en las acciones humanas. Es decir, que los hombres eligen por sí mismos qué rumbos de acción tomar en cada momento determinado. Esto significa, por ejemplo, que cuando yo me levanto de la silla y me voy a preparar un café, lo estoy haciendo por motu proprio, y que tal decisión ha surgido desde mi interior, que yo he elegido actuar de ese modo y que tal acción no es algo que estuviera determinado por alguna necesidad absoluta, dado que pude elegir hacer otra cosa y aún así no lo hice. Entonces, se dice que tal elección es contingente.


Sin embargo, aquí es posible plantear una cierta objeción basada en lo paradójico que podría resultar el intentar compatibilizar la omnisciencia divina con el libre albedrío. Muchos ateos se basan en esta aparente contradicción para intentar refutar la veracidad de cualquier culto religioso que sostenga la creencia en un Dios omnisciente y que, a su vez, propugne la existencia de libre albedrío en los actos humanos. El argumento, que data de hace siglos y hoy en día goza de una gran popularidad, puede estructurarse como sigue:



2. La paradoja del libre albedrío


  1. Si, en un tiempo T1, es posible conocer con absoluta certeza que en un tiempo T2 un suceso X ocurrirá, entonces tal suceso está determinado.

  2. Si un suceso está determinado, entonces no es contingente.

  3. Tener libre albedrío significa gozar de la capacidad de elección entre varios rumbos de acción contingentes.

  4. Dios puede, en un tiempo T1, conocer con absoluta certeza que en un tiempo T2 una cierta persona va a tomar un rumbo de acción X.

  5. Dios, dada su absoluta omnisciencia, puede hacer lo mencionado en la premisa 4 con cualquier rumbo de acción tomado en cualquier momento por cualquier persona.

  6. Entonces, todos los rumbos de acción tomados en cualquier momento por cualquier persona están determinados.

  7. Esto significa que no son contingentes.

  8. Por tanto, de existir un Dios omnisciente, el libre albedrío no se daría en en las acciones humanas.


Este no se trata de un argumento frontalmente antiteísta -es decir, que pretenda demostrar la inexistencia de cualquier tipo de Dios-, dado que alguien podría aún, por ejemplo, defender el caso de la existencia de un Dios que no posea el atributo de la omnisciencia o, también, plantear un escenario en el que exista un Dios omnisciente, pero rechazando la existencia de libre albedrío en el mundo. Existen, de hecho, diversos autores que han propuesto alguna de estas dos tesis. Resulta evidente, entonces, que este argumento no es ni pretende ser una refutación al teísmo en general, sino a ciertas religiones en particular. Más específicamente, a las religiones de origen abrahámico, que representan a más del 56% de la población mundial. Así pues, esto resulta un gran problema para cualquier persona que profese estos cultos o que, por cualesquiera otros motivos, pretenda mantener una creencia en un Dios omnisciente al mismo tiempo que sostenga la existencia de acciones verdaderamente libres. 



3. Respuestas a la paradoja


3.1. Respuesta basada en negar la existencia de un valor de verdad sobre las acciones contingentes futuras


Esta objeción al problema del libre albedrío y la omnisciencia divina se puede rastrear hasta Aristóteles, quien en el capítulo noveno de la segunda parte de su Órganon -aunque no refiriéndose al caso concreto de Dios- afirma que, con respecto a la oposición de futuros contingentes, es imposible extraer una respuesta determinada como válida, en tanto que, según dice, no existiría un valor de verdad en relación con este tipo de proposiciones, dado que refieren a hechos que, además de aun no haber sucedido, por su misma naturaleza no estarían absolutamente determinados. Siguiendo su ejemplo, si yo ahora me pregunto si habrá una batalla naval mañana, cualquier respuesta que alguien pretenda darme estará igualmente indeterminada con respecto de su valor de verdad. Sin embargo, al día siguiente, cuando ya se haya podido conocer si ha habido o no una batalla naval, la proposición del día anterior adquiere un valor de verdad que en hasta ese momento no solo no podía conocerse, sino que no existía en absoluto.


De esta manera, del mismo modo en que al decir que Dios es omnipotente no estamos diciendo que pueda hacer literalmente cualquier cosa, sino solo aquello que sea concebible por la lógica y que vaya acorde con la naturaleza divina -sería incapaz, por ejemplo, hacer un circulo cuadrado, o un soltero casado, así como tampoco podría pecar o mentir-, podemos plantear que Dios puede conocer solo lo que puede ser conocido. En tal caso, Dios no podría conocer la respuesta a una pregunta imposible de responder, con lo que formular la pregunta “¿qué acciones contingentes elegirán los hombres mañana?”, sería similar a preguntar “¿cuánto es un voltio de agua?”  o “¿quién destruyó la Tierra en el año 1600?”.


No obstante, por más que pueda resultar válida a efectos de solucionar la paradoja para algunas creencias específicas, esta objeción no es eficaz para quienes pretendan mantener su fe cristiana o musulmana, dado que tanto en la Biblia como en el Corán se explicita en diversas ocasiones que, efectivamente, Dios que tiene la capacidad de conocer el futuro, y en estos libros las profecías divinas son comunes.



3.2. Respuesta basada en invertir el orden causal entre acción libre y pre-conocimiento divino


Esta es la respuesta que planteó William Lane Craig al argumento de la incompatibilidad entre libre albedrío y omnisciencia divina. El famoso apologista, en el video titulado God’s Omniscience and Free Will, desarrolla su objeción como sigue:


“So by your actions you have the ability, by what you do, in a sense to determine what God will have believed in the past. His knowledge is sort of like an infallible  barometer of the weather. The barometer never fails; it's always right, but clearly the barometer doesn't determine the weather. If the weather  were different, the barometer would have been different, so the  foreknowledge of God is like an infallible barometer, and you're free to do whatever you want, but you're just not free to fool the barometer; God knows whatever it is you do. So your action is logically prior to what God foreknows, but his foreknowledge is chronologically prior to what you do.

 

En resumidas cuentas, nos viene a decir que yo, como sujeto A, al realizar la acción X en T3, estoy modificando el conocimiento de Dios en cualquier instancia temporal anterior a T3 -es decir, en T1 y T2-. Esto involucraría una especie de causalidad regresiva, en cuyo caso las acciones humanas presentes estarían modificando o determinando el conocimiento pasado de Dios.


Esta respuesta, aunque sin duda ingeniosa, y aun obviando los errores teológicos que conlleva -a saber, la negación de la inmutabilidad divina, y la afirmación de Dios como un ente sujeto a la temporalidad-, parece un tanto descabellada en cualquier escenario que no involucre una teoría B del tiempo. Es decir, si aceptamos la existencia de un tiempo no tenso -tenseless time, en inglés-, en cuyo caso pasado, presente y futuro serían igualmente reales de manera simultánea, y el devenir temporal sería una mera ilusión, entonces sí que parece factible -o, al menos, no parece descabellado- que este tipo de causalidad pueda suceder. De no ser así, el asunto se complica bastante para quienes quieran defender este argumento como una objeción válida frente al problema del libre albedrío y la omnisciencia divina.



3.3. Respuesta basada en la distinción entre preconocimiento y determinación


Es probable que esta sea la más sencilla de las respuestas que se pueden plantear al argumento en cuestión. En resumidas cuentas, nos dice que el hecho de que conozcamos, aunque sea de antemano, que una persona actuará de determinado modo, no le quita la condición de libre al acto de la persona en cuestión. Es decir, yo puedo tener una pre-ciencia o preconocimiento sobre las acciones libres de un cierto sujeto, pero aún así preconocerlas como lo que son: acciones libres.



4. Pre-ciencia y atemporalidad del conocimiento divino


Y aquí llegamos al punto que nos compete, y que le da el título a este escrito. Aunque terminé extendiéndome un poco más de la cuenta, el objetivo del presente artículo fue desde un principio el problematizar la respuesta que da el Doctor en Filosofía Agustín Echevarría a la cuestión que estamos tratando el día de hoy. A lo largo de su video, se dedica a tratar muy por encima algunas de las objeciones que ya desarrollé anteriormente, culminando su exposición con un argumento que él considera que es la solución al problema del libre albedrío y la omnisciencia divina. Sin embargo, y pese a que no pretendo realizar una crítica absolutamente definitiva contra su postura, sí que creo que lo que plantea quizás no resuelve la cuestión de una manera tan clara como él lo propone.

 

Primero, vamos a explicar cuál es el argumento en cuestión para poder analizarlo. El docente, escritor y conferencista especializado en temas de teología, apologética y economía Dante Urbina, en su libro ¿Dios existe? El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer, realiza una buena y breve formulación de esta misma objeción, y la desarrolla de la siguiente manera:


“Pero aquí alguno podrá objetar: ‘Oh, bueno, pero con el caso de Dios es diferente porque él conoce todas las cosas desde antes que sucedan’. Aquí la clave del problema está en la palabra ‘desde antes’. Sucede que con tal tipo de cláusula se está diciendo como que el conocimiento de Dios es algo que se desarrolla en el tiempo conforme a un esquema de pasado-presente-futuro respecto de distintas cosas. Pero no es así pues Dios y su conocimiento, que se identifica con su ser, no está ni existe en el tiempo sino de modo trascendente al tiempo. A diferencia de lo que sucede con nuestros procesos cognitivos, Dios ‘ve las cosas simultánea y no sucesivamente’. Así que Dios no conoce en un ‘antes’ en el sentido temporal sino que desde su conocimiento eterno abarca en un solo acto todos los sucesos temporales”.


Esta objeción es esencialmente correcta para oponerse a la formulación del argumento que presenté al principio de este artículo -al negar las premisas 4 y 5-, que es la que se utiliza de forma más frecuente, aunque quizás en términos menos formales, para intentar atacar a ciertas religiones. No obstante, me parece legítimo dudar de que esta respuesta baste para resolver el problema que se pretende plantear en un primer lugar. Diría que, con el siguiente experimento mental, podemos problematizar la idea de que sea relevante si el conocimiento de Dios se da en el presente respecto del futuro o si, caso contrario, se da en un marco de atemporalidad.



4.1. El experimento de la verdulería


Esto debe ser aclarado: Agustín Echevarría acepta que es problemático el que puedan coexistir el conocimiento divino sobre las acciones contingentes futuras y el libre albedrío, y es por eso que yo estoy tomando tal premisa como válida, para intentar demostrar cómo, de mantenerse en tal postura, uno acaba teniéndose que enfrentar a ciertos problemas filosóficos que resultan, cuanto menos, complicados de resolver.


Ahora bien, supóngase el caso de un verdulero que trabaja todos los días en su verdulería. Entonces, comienza la semana del verdulero, y el lunes vende dieciséis tomates, mientras que el martes vende solo nueve. En este caso, podemos afirmar sin lugar a dudas que tanto el acto del verdulero de vender los tomates como el de sus clientes de comprarlos son igualmente libres, dado que podrían haber elegido no hacerlo. Entonces, sus decisiones fueron contingentes, y nos hallamos frente a un escenario en el que sí que hay libre albedrío. Dios, mientras tanto, estaría en todo momento conociendo cuántos tomates iban a venderse cada día. Sin embargo, la condición de libre de estas acciones no se ve afectada por esto último, ya que Dios conoce las cantidades que se venden dentro de su eterno presente, donde él ve todas las acciones -pasado, presente y futuro- de manera simultánea como ya finalizadas. Y, si le concedemos validez a la premisa sobre la que se sustenta la respuesta que se basa en el distinto marco temporal de Dios, entonces solo hay una carencia de libre albedrío en una acción cuando tal acción se pre-conoce. Es decir, si Dios existiese temporalmente el lunes, y supiera cuánto va a vender el verdulero el martes, las acciones de los compradores y la cantidad de tomates que se vendería estaría determinada, y ahí no habría libe albedrío -de nuevo, aceptando la premisa antes mencionada-. Sin embargo, esto no se da y, por tanto, podemos excluir la posibilidad de que exista algún tipo de pre-ciencia en este caso.


Ahora, pensemos en este mismo escenario, pero con un pequeño añadido. Por la noche del lunes, el vecino del verdulero -llamémosle Tomás- tiene una experiencia sobrenatural que involucra a Dios hablándole. Dios, por razones misteriosas, le revela a Tomás la cantidad de tomates que serán vendidos el martes. Este caso es absolutamente posible, en tanto que a) sabemos que Dios tiene un conocimiento claro sobre la cantidad de tomates que se venderán cada día, dada su omnisciencia, b) tanto en la Biblia como en el Corán Dios se ha comunicado con los seres humanos en muchas ocasiones, y c) en su omnipotencia, sería capaz de hacerlo si así lo desea. Siguiendo con el ejemplo: supongamos que Tomás se va a dormir, y se levanta el martes por la mañana. Sin embargo, no está seguro de si realmente habló con Dios la noche anterior o si solo fue un sueño. Entonces, ni bien la verdulería abre sus puertas, Tomás se acerca y se queda observándola toda la tarde. Ve a la gente entrar y salir, llevando distintos productos. Al final del día, cuenta la cantidad de tomates que se vendieron y, efectivamente, se vendieron nueve tomates, como Dios le había dicho la noche anterior. 



4.2. Implicaciones metafísicas


Aquí nos hallamos frente a un caso claro de pre-ciencia, o pre-conocimiento por parte de Tomás. No es meramente Dios, en su marco temporal distinto al nuestro, conociendo las verdades contingentes como ya finalizadas, sino que se trata de una persona de carne y hueso, situada en un momento determinado del tiempo, conociendo verdades contingentes del futuro antes de que estas efectivamente sucedan. Entonces, alguno podría decir que en este caso no hay libre albedrío. No obstante, si analizamos el escenario, podemos preguntarnos ‘¿qué ha cambiado entre el primer ejemplo y el segundo?’, y la respuesta es que nada, absolutamente nada más que el conocimiento de Tomás sufrió una alteración entre ambos casos. Tanto las acciones del verdulero como de los compradores se mantuvieron iguales, tanto en motivación, como en ejecución. Lo que cambió fue un elemento externo a ellos. Entonces, a la luz de esto, parece absurdo afirmar que, de repente, el libre albedrío desapareció por arte de magia solo porque haya existido un preconocimiento por parte de un agente externo. Se sigue de aquí, creo yo, que la existencia de pre-conocimiento de las acciones humanas contingentes no es en modo alguno relevante para la existencia del libre albedrío -contrario a lo que propugna el Prof. Echevarría-. Así es como, si en el primer caso había libre albedrío, también lo habrá en el segundo, y viceversa, por lo que resulta irrelevante si el conocimiento se da en forma de pre-ciencia o si se da en un marco temporal distinto, como ocurriría en el primer caso. Sencillamente, no importa en absoluto.


Por otro lado, alguien podría pensar que el experimento mental no aplica porque el segundo caso podría ser metafísicamente imposible. Podría plantearse, siguiendo con esto, que Dios estaría limitado de tal modo que le fuera imposible ejecutar el tipo de acciones que desencadenan en contradicciones o absurdos. Sin embargo, defender esta postura es, a mí parecer, altamente problemático y comprometedor para cualquier teísta, no solo porque suponga afirmar una falta de poder en Dios, sino también, y con más razón, porque hablamos específicamente de una falta de poder que supone una incapacidad de decir la verdad. Esto parece contrario a su naturaleza omnipotente y estrechamente relacionada, sino idéntica, a la verdad (“Yo soy el camino, la verdad y la vida” - Juan 14:6).



5. Conclusiones finales


Como ya expliqué más arriba, mi intención no es la de refutar o desmentir todo lo dicho por Agustín. Lo que pretendo, en cambio, es desarrollar un posible problema que puede emerger de su respuesta, y que quizás no haya sido tenido en cuenta. De todos modos, de ser correcta mi tesis, eso no significaría que el problema de la omnisciencia y el libre albedrío sea absolutamente verdadero, y que el cristianismo haya sido refutado. Para mí, se puede sin ningún problema impugnar el argumento negando la segunda premisa, y sin necesidad de, al menos a priori, comprometerse con posturas demasiado complicadas, discutibles o que puedan ocasionar más incógnitas que certezas.


Cualquier persona que quiera refutar mi argumento es libre de enviarme un correo a grivascontacto@gmail.com. También es posible dejar un comentario en mi blog personal: rcompendium.blogspot.com.

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